martes, julio 03, 2007

actualmente

Podríamos, pero no. En la Argentina, los salarios comparativamente bajos podrían favorecer el desarrollo de una oferta laboral a la medida de las necesidades de la sociedad de la información en la que se supone que estamos viviendo. La misma sociedad en la que más y más servicios, trámites y funciones pueden informatizarse para facilitar y acelerar procesos hasta hoy molestos y engorrosos. Numerosas tareas presenciales son fácilmente realizables a distancia. El triple-play, la televisión digital, se discuten en sus aspectos económicos y legales más que en sus posibilidades técnicas. En lo que a tecnologías de la información se refiere, tenemos todo para tenerlo todo.
Pero no, porque no tenemos garantizada la energía.
A falta de gas, se recurre a la luz. El consumo alcanza picos insostenibles y vivimos cortes de energía en cualquier época del año.
Dependemos de energías caras y contaminantes pero no tenemos asegurado su suministro, porque faltó la inversión.
Cuando tenemos la posibilidad de integrar tecnologías, nos recuerdan que la comunicación cara a cara es mejor y que el exceso en el uso siempre es malo para ocultar que las empresas hicieron toda su inversión en publicidad destinada a captar usuarios, no en el sistema que les garantice la calidad del servicio que estos contratan.
Podríamos estar generando energías renovables y no contaminantes, y sin embargo tampoco se invirtió en ellas.
Hoy tenemos que elegir qué consumo vamos a limitar: el industrial, lo que perjudicaría a la producción (cuyas pérdidas, se sabe, afectan directamente los índices de desempleo) o el hogareño, cuando en todo el país pasamos de veranos bochornosos a inviernos con epidemias de neumonía y bronquiolitis (que por supuesto afectarán a los más pobres y peor alimentados, y presionarán al sistema público de salud, que no alcanza a responder integralmente a requerimientos aún más básicos).
Hemos aprendido, en lo político, lo económico y lo social, a pensar exclusivamente en lo inmediato, tanto espacial como temporalmente. No proyectamos, no planificamos, no invertimos. Vivir exclusivamente para el hoy nos condena a que el mañana nos llegue como un reproche.

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